lunes, 4 de febrero de 2013

La violencia de la clase pudiente


La miserabilidad de los grupos privilegiados sigue dando que hablar, aunque ahora tienen que poner el cuerpo ellos mismos porque las Fuerzas Armadas no participan de la represión al pueblo y muchos menos de un golpe de Estado.

Las clases dominantes cuando han visto afectados sus intereses no vacilaron en financiar a asesinos para asegurarse su bienestar. Por eso los exabruptos que estamos acostumbrados a escuchar de parte de la oposición son la referencia y repetición del malestar de los que siempre vivieron bien a costa de la opresión y explotación de los trabajadores.

Ayer abuchearon a Axel Kicillof cuando regresaba de un viaje familiar, ni siquiera respetaron que iba con sus hijos pequeños. La cobardía se manifiesta en banda, y no fue la excepción en este caso, porque resguardados en el anonimato de la multitud coreaban que se bajara del barco. El inconsciente no deja de ofrecer y clarificar sus culpabilidades, pues los supuestos afectados por las políticas económicas del gobierno kirchnerista pretendían que el viceministro con su familia abandone el transporte (supuestamente querían dejarlo en el río; en el mismo río donde los genocidas arrojaban a los militantes en los vuelos de la muerte).

Estas casualidades son ejemplares, ya que el más encumbrado representante de la derecha local es Maurizio Macri, quien no hace mucho también había declarado que "Esta vez nos toca. Este tren que hemos dejado pasar tantas veces y que hoy nuevamente está en la estación de la Argentina para que nos subamos, nos vamos a subir, aunque tengamos que tirar por la ventana a Kirchner porque no lo aguantamos más".

Tirar, arrojar, bajar, insultar, desaparecer... el modus operandi de un sector que se ha creído superior al resto de los argentinos y, por eso mismo, consideran que deben imponer sus deseos y objetivos en desmedro de las mayorías populares.

Alpargatas si, libros también

A veces desde ciertos sectores, y específicamente los que responden a las clases dominantes, tildan o estigmatizan al peronismo con aquella frase recurrente "alpargatas si, libros no", coreada por millares de obreros en la movilización popular del 17 de octubre del '45. Aún así, luego de la expansión de la producción cultural durante el primero gobierno de Perón, incluso con la decisión de que la Universidad sea pública y gratuita, y la consolidación de industrias que tenían que ver con el acervo nacional, algunos profetas del odio o defensores de la pedagogía colonialista (como los ridiculizara el gran Jauretche), siguen insistiendo con la misma y perimida idea. Y lo hacen embaucando a la misma realidad, con el objetivo de denigrar a la cultura popular, a la cultura nacional, a la cultura barrial, al convertir a estas manifestaciones como parte de la barbarie, leída, desde ya, desde la mirada europeizante.

El período (1946-1948) representa una de las instancias de mayor crecimiento cuantitativo de la indutria cultural en la Argentina, según revela Jorge Rivera en su libro "El escritor y la industria cultural" (Atuel, 1998). Investigadores afines al modelo peronista refuerzan esa lectura e, incluso, acérrimos enemigos, también deben reconocer que los índices de producción de la prensa, la industria editorial, de películas filmadas y estrenadas, de entradas de cine, de teatro y de espectáculos deportivos vendidas, muestran que entre 1946 y 1948 la industria cultural alcanzó una expansión sin precedentes en la Argentina.

Hay dos artículos interesantes que nos ayudan a comprender el funcionamiento del campo intelectual, los modos en que se construyen estereotipos que son explotados por los sectores más fuertes de un país, vapuleando a las clases populares e imponiéndoles sus miradas y consumos culturales que no tienen nada que ver con la idiosincrasia del pueblo. Noé Jitrik escribe en la contratapa del Páginas 12 sobre "Exquisitos y justos", allá por el año 2007. Aritz Recalde, autor del libro "Sociología de la cultura latinoamericana", nos ayuda a reponer varias de las medidas y acciones que se implementaron en la Constitución de 1949, además de reflexionar sobre ese campo de batalla que es la "cultura", en el artículo "El peronismo y la soberania cultural".

Podríamos hacer una lista de los pensadores e intelectuales que confluyeron en el movimiento nacional peronista o aportaron desde la izquierda nacional, la cual sería muy copiosa y sorprendente para los que aducen sueltos de lengua de que el peronismo está marcado por la impronta de aquel apotegma "alpargatas si, libros no". Pero es más interesante resaltar qué es lo que a sucedido en estos años en la industria editorial, pues el sector está atravesando un constante crecimiento. En el lapso entre 2003 y 2008, la producción de libros argentinos se triplicó y pasó de 38 millones de ejemplares a superar los 97 millones. Durante 2012 se publicaron más de 27 mil títulos nuevos, que contabilizaron 96 millones de ejemplares. Además hubo 3840 reimpresiones, que sumaron más de 13 millones.

O sea, las cifras son la única realidad, es decir, "alpargatas si, libros también...".