lunes, 17 de septiembre de 2012

No quiero...



Precisa y contundente reflexión del periodista Eduardo Aliverti en su programa "Marca de radio" y publicado hoy en el Página 12. Pensar que en Santa Rosa hay mucho caceroludo anónimo que desata sus diatribas en los lugares donde trabaja que, generalmente, es en el mismo Estado (el que era benefactor y el neoliberalismo desguazó; el que empezó a recuperarse a partir del 25 de mayo de 2003 con la presidencia del conductor Néstor Kirchner). Esos ciudadanos que lo primero que hacen es cambiar el auto, irse de viaje al exterior, o empilcharse (y está bien que disfruten de sus ganancias, pero que acepten que también hay que distribuir, pero no se bancan que lo haga Cristina y el peronismo), y entonces aducen que el país está mal, que es un desastre (como las consignas clarinistas del jueves pasado, plenas de odio de clase, cargadas de lucha ideológica) y que los progresos de su cuenta bancaria sólo se deben al esfuerzo individual (nunca colectivo, porque no se sienten parte del pueblo ―en el que sí viven y se manifiestan los subalternos, o los negros k, como esta clase bien a estigmatizado, junto al poderoso monopolio Clarín y satélites, a ese gran sector de la comunidad―), en definitiva, todos sus logros se deben a su propio laburo; y no aceptarán nunca que las condiciones materiales se las provee el mismo Estado, en una Argentina que se puso de pié después de trasuntar por el infierno, con más del 50% de pobres en el 2001 y unos cuantos ciudadanos asesinados por el gobierno represor.
Por lo tanto, como dice Aliverti, yo: "No quiero saber absolutamente nada de pacificar relaciones con esta gente. No quiero ni diálogo ni consenso con quienes vociferan 'yegua, puta y montonera'. No quiero sentarme a soportar, ni por un solo segundo, a los que quieren para Cristina el final de De la Rúa. Me repugna que salgan a manifestar muchos de los que hace poco más de diez años canturreaban que entre piquetes y cacerola la lucha era una sola, porque les habían pasado la cuenta de la fiesta de la rata. No quiero saber nada con esa gente que a la primera de cambio apoyaría el golpe militar del que ya no disponen. Quiero tener con ellos una profunda división. Y concentrarme en de cuál manera se garantizaría mejor que se hundan en el fondo de su historia antropológico-nacional, consistente en que el negro de al lado no porte ni siquiera el derecho de mejorar un poquito."

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