viernes, 25 de mayo de 2012

Resignificar la Revolución de Mayo


Palabras esbozadas por el concejal del Bloque PJ Dr. Juan Mecca en la sesión del Honorable Concejo Deliberante de Santa Rosa en vísperas de la fecha patria del 25 de mayo.

Cada vez que se cita a la historia se la está resignificando. Cada lectura actualiza los procesos del pasado y tiene incidencias en el presente. En el campo político sucede lo mismo, toda reposición de un hecho se carga de ideología, cobra sentido acorde a la toma de posición que se profesa. Por eso pensar y hablar de la Revolución de Mayo implica un ejercicio de interpretación en donde deberían considerarse todas las posibilidades, todas las fuentes y, por sobre todo, la influencia que esto acarrea sobre la actualidad. Pasar el cepillo a contrapelo de la historia no sólo es deber del historiador, sino de todo intelectual, de todo dirigente.

Para comprender la atmósfera sociopolítica en el Río de la Plata en mayo de 1810 y los acontecimientos que contribuyeron a la revolución, es necesario situarse dentro del contexto de la época, tanto a nivel internacional como nacional, ya que no fueron hechos aislados los que llevan a los patriotas criollos a iniciar la etapa independentista, sino que coexisten varias razones que venían forjándose y evolucionando a través del tiempo. No debemos olvidar que hacía muy poco se habían impedido dos invasiones inglesas, gracias al arrojo del ejército como de los vecinos.

A comienzos del siglo XIX una serie de factores (externos e internos), ponen en evidencia la crisis que padece el imperio Hispano. Este cuadro de situación impulsa a América a iniciar el proceso revolucionario, entendido como un proceso de cambios profundos y generalmente violentos, que provocan la desaparición de un sistema de organización política, social, económica y cultural, dando lugar al surgimiento de nuevas instituciones y formas de vida.

La revolución de mayo se suma a las que caracterizaron al mundo contemporáneo, que culmina con la desintegración del Virreinato, la declaración de la independencia política y traza las bases para la organización del Estado argentino.

Nombrar a Saavedra, Castelli, Belgrano, Paso, Azcuénaga, Moreno, Matheu y tantos otros, no sólo conlleva reconocer su participación y compromiso en la gesta de Mayo de 1810, sino también las virtudes y las consecuencias que propende toda revolución, incluso la tendencia o dirección que logra imponerse. Cuando hablamos de esos otros debemos darle entidad, pues el Cabildo Abierto pudo realizarse por el apoyo y la movilización popular, por la presencia del pueblo en la calle.

Hoy la historia nos sitúa en un lugar en que la dirigencia debe tomar decisiones políticas que tendrán ascendencia no sólo sobre las instituciones, sino también en las relaciones con el viejo continente, con los imperios aún vigentes, y con los organismos de las recetas neoliberales. Esta conducta de defensa de la soberanía política y económica se ha visto refractada en el caso de YPF con fuerza de ley, siendo respaldada por un amplio espectro de representaciones políticas en el Congreso de la Nación, tal cual lo destacara y reconociera la presidenta de todos los argentinos, Cristina Fernández de Kirchner. Tampoco podemos obviar el impresionante apoyo popular que despertó la medida ―el 80% de los argentinos ha reivindicado la expropiación de YPF―, así como el acompañamiento de los pueblos hermanos de Latinoamérica, Centroamérica, el G77 más China, entre otros.

En ese sentido, las palabras referidas por Mariano Moreno hace poco más de dos siglos cobran inusitada vigencia:

“Los pueblos deben estar siempre atentos a la conservación de sus intereses y derechos y no deben fiar más que de sí mismos. El extranjero no viene a nuestro país a trabajar en nuestro bien, sino a sacar cuantas ventajas pueda proporcionarse. Recibámoslo en buena hora, aprendamos las mejoras de su civilización, aceptemos las obras de su industria y franqueémosle los frutos que la naturaleza nos reparte a manos llenas; pero miremos sus consejos con la mayor reserva y no incurramos en el error de aquellos pueblos inocentes que se dejaron envolver en cadenas, en medio del embelesamiento que les habían producido los chiches y coloridos abalorios.”[1]

Es fundamental comprender este punto de inflexión, porque en definitiva enmarca la coyuntura que comprende la acción política, la acción social y económica en este tiempo histórico que nos toca vivir, militar y dirigir. Sin embargo, defender la industria nacional frente a las importaciones no es una negación de los aportes foráneos, al contrario, implica potenciar la producción local y a su vez generar un círculo virtuoso en la economía doméstica, porque, sin duda, aumenta el consumo interno y eso garantiza inversiones, empleos, lo que nos otorga autonomía y autoabastecimiento; además, nos protege contra la especulación financiera y la depredación de ciertas multinacionales.

Este proyecto de país que estamos construyendo se retroalimenta en las ideas de aquellos patriotas argentinos, cada uno de esos hombres íntegros y probos ocupa un lugar especial en la memoria popular, en las páginas de nuestros libros, porque nos dejaron la herencia insoslayable de la lucha y de los sueños por una gran Nación argentina; por eso los consideramos los fundadores y hacedores de los cimientos con los cuales se sustenta la Argentina de hoy.


[1] Mariano Moreno, Escritos políticos, Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1915.

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