viernes, 8 de julio de 2011

Contra el imperiatalismo

 
Siempre hubo resistencia al cambio, mucho más si ese paradigma que se renueva, que se reemplaza, pierde la preeminencia en la toma de decisiones. Está sucediendo algo hace tiempo que crispa al poder, al poder de la economía concentrada: al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial, a la Comunidad Europea; en fin, a las potencias hegemónicas del Primer Mundo. En esta coyuntura emergente se rebela una revuelta humana que quiere o pretende cambiar el viejo modelo, y de esa manera deponer un sistema que no cumplió con los objetivos primordiales prometidos: el de hacer a este mundo más habitable y confortable para todas y todos.

El capitalismo, o neoliberalismo, o economía de mercado, o como se lo quiera denominar, fracasó; es así, por más que se resista o se oponga a la acción, a la opinión y a la denuncia de los indignados que se levantaron y se movilizan por casi toda Europa. Es que representan una multitud que ha quedado desprotegida del Estado, por lo tanto su calidad de vida se deteriora, tanto en la cobertura de salud como en la educación, como la falta de fuentes de trabajo, el desempleo es acuciante entre los más jóvenes; y eso hace mella en los derechos de los ciudadanos, en el bienestar y en la misma esperanza. Lo cual afectó la visión, mas o menos inocente, que se tenía del progresismo de la socialdemocracia.

Pero hay que tener mucho cuidado cuando se afirma que el imperialismo, o el colonialismo, han sido vencidos. En lo que respecta a su fase económica, el salvataje a la banca financiera con recursos del Estado lo puso en evidencia y quedó demostrada la derrota y aún siguen los coletazos. Sin embargo, en parte su potencial se halla intacto en lo que refiere a la industria pesada, en la que sobresale la fabricación de armamentos; en ese caso particular tienen una capacidad ultradesarrollada para la destrucción, por eso necesitan del estado de guerra permanente.

Como se ha visto a lo largo de este primer semestre en las diferentes manifestaciones, por ejemplo, Egipto, Islandia, Grecia, España o Bélgica, por más que sean pacíficas, creativas y demás, los dueños del poder van a recurrir para disciplinar a los indignados a la represión, a la violencia, porque ese modo de la política es el que verdaderamente los representa, los satisface. En consecuencia, el relato de la historia del que participan y divulgan se encuentra más cerca de Thánatos que de Eros; pues estas grandes naciones son poderosas porque expoliaron de las riquezas a otros países, son intérpretes y garantes de la opresión. En su horizonte de expectativa solamente se destaca el ejercicio del poder, el valor del dinero y la ganancia que se obtiene a cualquier precio, incluso de la misma muerte; otra cosa fuera de esa verdad, no tiene correlato, no existe.

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