miércoles, 2 de septiembre de 2009

La oposición subestima la conciencia social sobre la concentración

Miradas al Sur - 30-08-2009

Martín Becerra
El especialista analiza el momento político-histórico en el que se debate el nuevo proyecto de ley. Un fuerte consenso social y un alto rechazo a los monopolios mediáticos en el país habilitan la oportunidad de reivindicar el derecho fundamental de recibir y difundir informaciones.

por Victoria Linari -
vlinari@miradasalsur.com

Los diputados y senadores se la juegan en el debate que vendrá sobre el proyecto de ley de medios”, dice el especialista en políticas de comunicación, Martín Becerra. “Si este proyecto no prospera por excusas como que no es el tiempo político, que no les convence el artículo 38 o que no les gusta la marca de carteras que usa la Presidenta, hablaría paupérrimamente de nuestros representantes políticos. Demostraría que no saben leer entre contradicciones de primero y segundo orden, y sobre todo que no afinan en tener como rehén de miserables discusiones de proyección de cuotas de gobierno y de poder, al resto de la sociedad.” El investigador y docente en las universidades nacionales de Quilmes, Buenos Aires y La Plata, asegura que “a nadie se le escapa que esta sociedad está moldeada por el actual sistema de medios, y evitar que ese sistema se transforme es una evidente complicidad con su estado actual de funcionamiento”.
–Este proyecto logró el consenso de diversos sectores sociales. Es un hecho histórico.
–Nunca como ahora fue tan consciente y tan claro para todo el estamento político y para parte de la sociedad civil organizada que hay intereses muy poderosos en juego. La movilización social que este proyecto viene promoviendo y la que lo viene generando desde hace varios años no se dio con iniciativas anteriores. El gran triunfo de esto es que vos vas a la peluquería, y cuando se habla de los medios, el peluquero sabe que hay monopolios, sabe que los medios están concentrados y dice que eso es malo, independientemente de a quién haya votado el peluquero. Hay un nivel de información muy fuerte a partir de las propias experiencias de vida y de los abusos que cometen esos medios concentrados.
–Hablar entonces del Proyecto K o decir que se presenta para pelear con un multimedio, ¿no deslegitima esa lucha social?
–La oposición de centro derecha, ésta que ya anticipó en las declaraciones de la UCR o de los senadores y diputados de la CC que se van a oponer al proyecto, repite básicamente lo que dijo antes del 18 de marzo cuando no conocía el proyecto y ya lo demonizaba. Me parece que esa oposición no toma nota del grado de consenso que tiene este proyecto en las organizaciones de la sociedad civil, y no es consciente del grado de rechazo que hay en la Argentina a los monopolios mediáticos. Y si no advierte este aspecto, va a sufrir un gran traspié. Porque aliándose con los grandes grupos, en esto que yo llamo pacto fáustico en el que entregan su sangre a cambio de la promesa de la vida eterna, no se dan cuenta de que los medios nunca te dan la vida eterna y te clavan el aguijón cuando menos lo esperás. Me parece que se equivocan muchísimo y subestiman el grado de conciencia que tiene la sociedad sobre este tema.
–Sorprende que algunos sectores de la oposición que trabajaron en proyectos muy similares a este, lo rechacen furiosamente.
–En el mano a mano que tuve con algunos de los diputados que participaron de esos proyectos, muy sinceramente reconocen no sólo que el proyecto del actual gobierno es muy parecido, sino que es más moderno, porque aquéllos no le daban mucha importancia a la convergencia tecnológica. Lo que ocurre tal vez es una mezcla de oportunismo, de especulación, se posicionan como midiendo para tener más centimetraje en algún gran medio, pero a la larga están hipotecando su propio futuro.
–¿Y qué le parecen las críticas de cierto sector del periodismo?
–Creo que los periodistas de mayor renombre fueron fuertemente cooptados por los intereses de los medios para los que trabajan, como el caso de Magdalena, Tenembaum, Nelson Castro, Morales Solá. En otras épocas estos periodistas, que eran la nata de la profesión, los más representativos, tenían una opinión que se diferenciaba claramente de la de los dueños de los medios. Pero ahora reproducen sin una discriminación mínima respecto de si ese interés merece ser reproducido así, si no amerita que haya una voz disonante para contrastar lo que ese medio dice. Son más papistas que el Papa. En general el mainstream de los periodistas más famosos es muy deprimente.
–¿Qué opina del argumento que afirma que este proyecto no es legítimo porque forma parte de una pelea con el Grupo Clarín?
–Yo tengo una respuesta funcional a ese argumento, y es que parte del origen de esa pelea tiene que ver con el objetivo de cambiar la ley. O sea que ningún gobierno va a poder cambiar la ley si no es en el marco de un enfrentamiento con el Grupo Clarín o con el grupo que sea, porque justamente el cambio de las reglas de juego afecta los intereses que se ponen en juego con ese cambio. Ahora mismo el Grupo Prisa, de España, está acusando de cosas muy parecidas al gobierno de Rodríguez Zapatero por una ley de televisión digital terrestre. El origen de las acusaciones son los intereses económicos de los principales grupos, ¿cómo vas a democratizar los medios con el consenso de los medios más concentrados? Es imposible.
–¿Y las críticas al ingreso de las telefónicas?
–Primero, anoticiémonos de que las telefónicas ya entraron. Desde el ’98 Telefónica de España tiene canal 11. Segundo, a mí me gusta pensar en contra de ese argumento, y en realidad si miro televisión abierta, debería elogiar a Telefónica de España. Los programas masivos y con contenido, como Montecristo, TV por la identidad, Vidas Robadas, son todos de ellos. Y si pienso quién hizo ese programa, cuál fue el canal que menos tercerizó su programación, pienso justamente en el canal de una telefónica extranjera. Eso será muy contradictorio y no nos gustará en nuestras buenas conciencias, pero es lo que pasa.
–Las críticas dicen que para enfrentar a un monopolio se está alimentando a otra gran empresa, que además es extranjera, y que puede dar lugar a otro multimedio concentrado.
–Toda concentración es mala, aunque sus medios digan lo que a mí me gusta escuchar. Pero me parece que con las telefónicas se agita un fantasma que consiste en que los capitales que provienen de los medios de comunicación en sí mismos son la Virgen María, y las telefónicas son el diablo. Y en realidad, si yo soy pragmático y miro qué pasó con los años de gestión de Telefónica en Telefé, la verdad es que hoy son superdefendibles. Eso me conduce a pensar que las telefónicas no son el enemigo.
–¿Qué va a pasar con los grupos concentrados ya existentes en caso de que se apruebe la ley?
–En teoría deben desprenderse en el plazo de un año de algunos de sus medios, tienen que desinvertir. Es lo que le está exigiendo ahora mismo la Cndc a Telecom Italia, que debe adaptarse a las normas vigentes. Claro que en este caso los medios van a argumentar que hay inseguridad jurídica, que se están rompiendo reglas de juego, eso habrá que analizarlo caso por caso. Algo que a mí me parece muy bueno, es que si sos distribuidor de señales de televisión por cable, no podés ser al mismo tiempo productor de más de una de esas señales. Así, Clarín claramente va a tener que desprenderse de algunas de sus señales.
–¿Cuáles son sus observaciones sobre el proyecto?
–La nueva versión no incorpora algo que está en los 21 puntos y con lo que yo insisto: que es que tanto la autoridad de aplicación como los medios públicos tienen que tener participación de la sociedad y no solamente del estamento político. Está clarísimo que es un avance que haya representación de la minoría parlamentaria en el directorio de ambos lugares, porque me parece que este año y medio da cuenta de que el estamento político como sistema, si no tiene punto de contacto claro con la sociedad civil, puede llegar a consensos muy nefastos para la sociedad. Pero no hace daño escuchar otras voces que puedan mediar, operar de traductores, hacer un ejercicio que evidentemente tiene poco consenso en el Gobierno. Pero son diferencias menores frente a un apoyo muy grande que creo que hay que darle a este proyecto.
–¿Cuáles son las cuestiones principales que la ley vendría a saldar?
–En principio, este proyecto garantizaría que desaparezca una discriminación cabalgante que hoy tenemos que no permite que todos los ciudadanos accedan en iguales condiciones a una licencia. También contempla derechos a la niñez, a las audiencias vulnerables, la creación de la Defensoría del Público y de un Consejo Federal, la legislación comparada, el fundamento de cada uno de los artículos que se inscribe en la mejor tradición de defensa de los derechos humanos. Es un proyecto de avanzada, y comparándolo con leyes vigentes en otros países es muy positivo, progresista, garantista, muy preocupado por sostener los derechos individuales y colectivos de la sociedad en general. Creo que si se transformara en ley, tendríamos una buena ley, perfectible, pero una buena ley.
–¿Esa buena ley nos asegura un buen sistema de medios?
–No, la verdad que no. Pero nos asegura que un buen gobierno de una buena ley sí tenga efectos materiales concretos. Lo que no entiende la oposición de derecha es que, como la ley reconoce los derechos de los ciudadanos, un mal gobierno con una buena ley, dará a la ciudadanía la posibilidad de activar contra el gobierno y reclamar por sus derechos lesionados.
–¿Cómo piensa que será el tratamiento en el Congreso?
–Si los diputados y los senadores logran ponerse en el rol de representantes del pueblo, esto tiene que salir como un violín. Pero si actúan con miserias públicas –que ya las salieron a mostrar apenas presentado el proyecto– o privadas –de no querer enfrentarse con un grupo para no hipotecar su futuro político–, entonces no creo que salga esta ley ni ninguna otra. Si eso pasa, se va a perder una oportunidad importante. Yo no soy tan apocalíptico, no creo que esta sea la última oportunidad, porque aún si el proyecto no prospera, hay una movida históricamente consolidada detrás que hará que resurja en términos de reivindicación de derechos cívicos.

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