martes, 26 de mayo de 2009

La resolución 125 y la mil veces célebre "sin campo no hay país"

Ningún proyecto popular saldrá victorioso si no se revierte esta concepción

Por Federico Bernal 19-05-2009
Tal el emblemático y fenomenalmente difundido razonamiento popular –síntesis perfecta del mito del destino agrario– que durante los meses más calientes del conflicto por la resolución 125 movilizó a la vasta mayoría de la clase media a favor de la Sociedad Rural y la derecha partidaria, repitiendo el triste accionar conjunto de 1930 y 1955. Si el 19 y 20 de diciembre vio como este estrato social se colocaba en la vereda de enfrente del neoliberalismo argentino, el conflicto iniciado en marzo del 2008 mostró su cara antipopular y con ella su carácter dual. En efecto, apenas veinticuatro días de la aplicación de las retenciones móviles, la clase media porteña hizo visible su rechazo al progreso (al suyo propio y al de la Nación en su conjunto). La referente de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, explicó la algarada en estos términos: “A partir de anoche [cacerolazo del 25 de marzo] creo que se juntó la raíz de la Argentina, […] que es el campo, el pueblo y la ciudad. […] No hay pueblo en el interior si no hay campo y sobre todo […] no puede haber pueblos en la Argentina sin agricultores, sin ganaderos, sin tamberos” (Programa A Dos Voces, TN – 26/03/2008). Pero si existió un suceso que evidenció el pavor social al verdadero progreso, esto es, el desconocimiento de las leyes que rigieron y rigen el desarrollo socioeconómico de cualquier nación, ese fue sin dudas el voto “no positivo” del vicepresidente de la Nación, su voz, gestos, semblante durante aquella inolvidable alocución en la madrugada del 17 de julio.Efectivamente, la vigencia cultural del mito del destino agrario de la Argentina (“sin campo no hay país”) obró maravillas, atemorizó conciencias y junto con la irresuelta cuestión federal, volcó la balanza a favor de la oligarquía agropecuaria. A propósito y días antes de la votación en el Senado, la Sociedad Rural Argentina adelantaba las claves sociales, culturales y económicas de su futura victoria: “1) Identificación del pueblo argentino con el campo y sus valores: si bien al principio del conflicto se lo intento aislar, la fuerte reacción de toda la ciudadanía, rural y urbana, contra ese ataque mostró cuán arraigada es esa identificación; 2) el reconocimiento de su rol [el del campo] en la recuperación y en la motorización de la economía del país: la desaceleración que vivieron los pueblos del interior a partir de la destrucción deliberada de las condiciones para la inversión y la comercialización muestran hasta qué punto la economía argentina depende del agro, y 3) puesta en marcha de las instituciones democráticas y recuperación del debate público en la Argentina: […] los senadores, que son los legítimos representantes de los pueblos del interior, cuyas economías son las más afectadas por la resolución 125, deben hacer un análisis profundo del tema y realizar una contribución democrática, que honre esa representatividad que los pobladores les confiaron. Lejos de convertirse en los operadores de los gobernadores o los guardianes de las cajas provinciales, son por mandato del pueblo argentino los representantes de las provincias en el Poder Legislativo y su obligación es defender los intereses de los pueblos de esas provincias, que hoy están en jaque por decisión del Poder Ejecutivo” (discurso de lanzamiento de La Rural-2008, 10/07/2008. Fuente: Portal oficial de la SRA).“Sin campo no hay país” o parafraseando al líder del partido PRO, Mauricio Macri: “Sin campo no hay futuro”. Aquí la consecuencia más funesta del mito del destino agrario. Pero, ¿cómo oponerse al “campo” cuando la razón y el inconsciente popular lo juzgan como el gran motor del crecimiento argentino, el único protagonista de la época de oro nacional? ¿Cómo convencer a los senadores provinciales que “sus” provincias y sus habitantes habrán de realizarse sólo si al país en su conjunto le va bien? ¿Cómo persuadirlos de qué el porvenir de las provincias no está disociado del de la Nación, menos aún cuando la Casa Rosada no comulga con un modelo de acumulación basado exclusivamente en las vacas y los granos? En suma, ¿cómo explicarles que el hecho de ser senadores provinciales no los obliga a “defender los intereses de los pueblos de esas provincias”, sino a representarlas ante el Parlamento nacional para defender junto al resto de sus integrantes los intereses de toda la Nación? Lo cierto es que el imaginario colectivo de la vasta mayoría de la clase media cree que nunca estuvimos mejor que durante el modelo agroexportador (1880-1930) y que la aplicación de un modelo industrialista es perjudicial al país y anacrónico en el contexto internacional. A propósito, sírvase el lector de las desequilibradas expresiones de Fernando Iglesias, diputado nacional por la Coalición Cívica. Iglesias percibe a la Argentina como: “Un país nacionalista e industrialista que atrasa cincuenta años con respecto al mundo real. Y el fracaso de ese país no nace de la corrupción y el autoritarismo; la corrupción y el autoritarismo surgen de su inviabilidad y los lleva a asociarse con lo peor de lo peor […] Cincuenta años atrás el mundo era nacional e industrial, era un mundo focalizado en las naciones, como forma de organización política y cultural, y en las industrias, como forma de producción. Hoy el mundo es posnacional y posindustrial (sic). Vivimos en una sociedad global que produce sus riquezas de una manera diferente a la que se implementaba en la época industrial (sic). Esto no quiere decir que vayan a desaparecer las industrias; lo que ha cambiado fundamentalmente es la forma de producir valor” (Instituto Hannah Arendt - Conferencia del 13/08/2008). Tamaña esquizofrenia ideológica, política y social sólo es explicable y reproducible cuando se deja marinar a un marxista (ex PC) en presencia de Elisa Carrió y por un mínimo de dos años. Para este diputado, el kirchnerismo es “una encarnación débil del estalinismo, con su tradicional carga de populismo, nacionalismo e industrialismo”. ¿Qué lo lleva a semejante comparación? El kirchnerismo es una suerte de subestalinismo porque, según este discípulo de Marx, cumple con los siguientes requisitos: “Liderazgo carismático, populismo demagógico, partido único, estatizaciones masivas, nacionalismo paranoico, alianzas oportunistas, industrialización forzada basada en la exacción de las actividades agropecuarias […]” (Crítica - 26/12/2008).Vista la supremacía cultural de este tipo de trasnochados, de las exuberantes y omnipresentes interpretaciones de la realidad por boca de los máximos referentes neoliberales (apadrinados por la Sociedad Rural), que el grueso de los argentinos asuman que para alcanzar el nivel de desarrollo de antaño o para lograr un país con corrupción, autoritarismo e industrialización “cero” (o en el mejor de los casos, la agroindustria como la única rama industrial a desarrollar), no quede más remedio que regresar al modelo agroexportador. Ningún proyecto nacional y popular, y más estratégico aún, ningún nuevo partido político que lo represente, aplique y sostenga saldrán victoriosos en el 2011 si no se revierte esta concepción, la mil veces célebre “sin campo no hay país”.Federico BernalDirector del Centro Latinoamericano de Investigaciones Científicas y Técnicas (CLICET)

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